Concurso de relatos 42º, La metamorfosis de Kafka (Invisible)
Este mes, desde El Tintero de Oro, la propuesta consistía en escribir un relato donde el protagonista despierte en un mundo o realidad que contenga un aspecto que no acabe de comprender. Aunque llego un poco tarde para participar en el concurso, como llevaba mucho sin pasarme por aquí por falta de tiempo, he decidido intentar participar al menos con un relato fuera de concurso.
Aquí están el resto de las propuestas.
Lo primero que veo son las flores
mecidas por el viento. La llanura se extiende hasta donde me alcanza la vista,
aunque no soy capaz de distinguir dónde estoy. Tampoco recuerdo gran cosa antes
de llegar a este lugar. Me llamo Carolina y tengo cuarenta y dos años. Es lo
único que sé con certeza. El resto de la información se me escapa por fisuras
que no sabía que existían. ¿Dónde vivo? ¿De qué trabajo? Son preguntas que
oscilan como una peonza en mi mente. En algún momento, puede que muy lejano,
han debido de tener respuesta. Ahora, sin embargo, tan sólo queda el vacío que
una vez ocuparon.
Estoy desubicada. No sé dónde ir ni
qué tengo que hacer. Tal vez sólo debería caminar hasta que me tope con alguna
otra persona. Pero ¿qué sentido tendría eso? Vagar sin un rumbo fijo y sin
saber con qué peligros podría toparme no parece una buena idea. Aunque tampoco
es que tenga una opción mejor. Así que comienzo a dar un paso tras otro, con la
vaga esperanza de encontrar la razón que me ha traído hasta aquí. La realidad
es bien distinta y tiene preparado otro propósito para mí. El paisaje no cambia
por mucho que avance. Se mantiene imperturbable en su quietud, sin nada ni
nadie que rompa el inquietante silencio que me acompaña desde que abrí los ojos
bajo un sol cegador. Cada vez me da más la impresión de que he ido a parar a un
mundo despoblado. Ni una edificación. Ni una carretera. La mano humana no
parece haber pasado por aquí.
Harta de caminar y sin nada mejor
que hacer, me siento sobre la mullida hierba. Tengo muchísima hambre. Y viendo
que la posibilidad de comer caliente en un buen restaurante no existe, decido
acercarme a uno de los naranjos que crecen en la vasta extensión y coger alguno
de sus frutos. Ese es el instante en que descubro lo más desconcertante de
todo. Y es que cuando extiendo la mano para coger una de las naranjas, no soy
capaz de verla. Noto el músculo contrayéndose para cerrar los dedos alrededor
de la comida. Sin embargo, no veo los dedos, ni el brazo. Extiendo la otra mano
y lo mismo. Miro abajo para ver mis piernas y tampoco. Soy consciente de mi
cuerpo, pero parece que éste no existe de manera física. Veo las margaritas que
crecen a unos metros, el azul del cielo con sus nubes blancas y el marrón de la
corteza de los árboles. ¿Por qué no puedo verme a mí misma? ¿Qué clase de
hechizo pesa sobre mí? ¿Y cómo romperlo? Tal vez siempre ha sido así. Mi
incapacidad para recordar no me deja saber a ciencia cierta si en mi mundo
tener consciencia, pero carecer de cuerpo es algo normal. O si quizás se trata
de una afección de la vista, común a mi especie, que me impide verme a mí
misma.
Sea como sea, es hora de tomarse un
descanso. Por esta noche acamparé al raso, refugiada entre el cobijo de algunos
árboles. La oscuridad de la noche tal vez me inspire sobre qué dirección tomar.
Mañana seguiré caminando y con suerte encontraré alguna de las respuestas que
me atormentan.

Me has dejado con la intriga.
ResponderEliminar¿Continuará?
Espero que sí
¡Hola de la Flor! Pues podría ser si, da para una continuación. A ver si las musas me acompañan.
EliminarGracias por tu comentario.
Ese es el llamado síndrome del miembro fantasma, que yo creía que era el síndrome del miembro amputado, pero no es así. lo he buscado. Y viene perfecto al comentario y a tu texto porque en lugar de pensar que todo el cuerpo era el amputado, resulta que todo el cuerpo es el fantasma.
ResponderEliminarUn enfoque realmente original porque la transformación es en nada; la del cuerpo no la de la conciencia.
Me ha encantado el final al estilo " lo que el viento se llevó".
Abrazooo
Verdad, no había pensado de manera consciente en el síndrome del miembro fantasma al escribirlo pero tienes toda la razón. Me alegra que te haya gustado el enfoque y, sobre todo, el final del relato. Muchas gracias por comentar.
EliminarUn saludo.
Hola, Rocío. ¡Qué bonito! Un relato muy dulce en la forma de contar y muy inquietante en el fondo. Muy bien ambientado ese mundo extraño y desolado que parece haber surgido de la nada y muy bien mostrada la sensación de desamparo y soledad de la protagonista. Genial, tu historia.
ResponderEliminar¡Hola Marta! Me alegra que hayas disfrutado del relato. Muchas gracias por tus palabras.
EliminarPues queda uno muy preocupado por Carolina, si pudo o no comer. No es agradable estar en tierra extraña y andar con hambre, porque a la postre si uno no come se enferma o se muere.
ResponderEliminarSeguro que Carolina encontró algo que hacer para mejorar su situación
EliminarHola Rocío. Pensándolo bien ser invisible debe ser todo un problema, hasta para coger algo tienes que hacer cálculos porque no ves ni donde agarras. Me pregunto si al comer, la comida se volverá también invisible en el interior de su cuerpo o por el contrario se verá hasta que la digiera. Recuerdo haber leído un libro, memorias de un hombre invisible, donde ocurría esto último. Muchas dudas le quedan por resolver a Carolina. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola Jorge! Lo de si la comida se vuelve invisible en su interior es un gran enigma, aunque seguro que Carolina logra resolver esa y muchas otras dudas que la asaltan.
EliminarGracias por pasarte a comentar.
Creo que al morir o bajo ciertos estados de conciencia alterada podríamos estar en esa situación de confusión en donde se cree tener un cuerpo, pero como estamos en alguna forma mental o espiritual no hay cuerpo. Nunca he experimentado ello, pero hay que estar preparadas para cuando ocurra.
ResponderEliminar¡Hola Lucy! Es posible si. Tal vez la protagonista de este relato haya llegado a este estado mediante alguna de esas técnicas para alterar la conciencia o tal vez ya haya abandonado el mundo de los vivos. ¿Quién sabe?
EliminarUn saludo y gracias por tu comentario.
Relatas una situación terrible. Has logrado trasmitir muy bien esa sensación de extrañeza, de inquietud. Me encanta esa idea de despertar en un lugar desconocido y sin poder autopercibirte. Lo de no haber nada humano también me gusta. Es una historia que promete un gran desenlace...
ResponderEliminarUn abrazo!!
¡Hola Maite! Me alegra muchísimo que te haya gustado la historia.
EliminarUn saludo y gracias por pasarte
No sé si se perdió mi comentario o no lo has visto todavía. En todo caso, me pareció una idea muy original.
ResponderEliminarUn saludo!
No lo había visto Maite. Disculpa. Como lo publique un poco a destiempo ya no esperaba más comentarios. Y se me pasó echarle una ojeada.
Eliminar¡Magnífico trabajo, Rocío!
ResponderEliminarAhora que se habla tanto de la supraconciencia, , de lo que existe más allá del cuerpo físico, puede que tu protagonista se encuentre en una de esas fases (olvidándonos de la angustia que parece generarle), o en un viaje astral, o… simplemente te has dejado llevar por la imaginación, que es de lo que se trata y con un vocabulario pleno de sensaciones (las del protagonista) que provoca la misma reacción en los lectores, en mí, cómo lectora.
Es muy interesante esta propuesta, tiene calidad narrativa, ritmo, inquietud y también la belleza que has sabido impregnar los pasajes y paisajes por donde transcurre ese viaje sin cuerpo humano como sostén.
¡Impresionante!
¡Hola Tara! Muchísimas gracias por este análisis tan concienzudo de mi relato y por tus bellas palabras. Creo que has indagado en sitios en los que ni siquiera había pensado, como la supraconciencia.
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