Apocalipsis
Escribí este relato (Apocalipsis) para un ejercicio del taller de escritura creativa y, con posterioridad, apareció en el número 6 de La Cabina de Nemo, publicación en formato físico dirigida por Pako Mulero, que trata sobre temas tan diversos como: cine, series, literatura, cómics, manga o videojuegos. Revista reconocida en Festivales de Cine Internacionales y nominada a los Premios Ignotus en varias ocasiones (2019,2020,2021).
Podéis leerlo a continuación:
Queda poca luz, se acerca el ocaso de los días.
Hacía días
que no dormía. El frío le helaba los huesos y el constante repiqueteo en su
cabeza no le dejaba conciliar el sueño. Todo dio comienzo unas semanas atrás.
Empezó a sentirse cansado,
terriblemente cansado. Y a veces, por la madrugada, oía una voz lejana
que le susurraba al oído. Pero no lograba entenderla. La voz lo despertaba
noche tras noche, insistente, contundente y voraz.
Solo tú puedes salvarles.
Un día la voz
desapareció, pero le dejó ese otro sonido como un golpeteo constante y algo parecido
a las interferencias de los teléfonos móviles.
A partir de ese momento
creyó enloquecer. No podía concentrarse en ninguna tarea y apenas si podía robar algunas
horas al sueño.
La humanidad se extingue, se matan unos a
otros, provocan guerras, hambruna y devastación.
El mensaje no
llegaba a término. Algo fallaba. Los ángeles estaban frustrados. Cada noche
bajaban a la Tierra para susurrar el mismo mensaje a un humano. Dios les
encomendó la misión hacía siglos. Todos sabían que llegaría el día en que los
cuatro jinetes cabalgarían a sus anchas por la Tierra. Igualmente, todos sabían
que cuando eso ocurriera un humano los salvaría. Ya había ocurrido antes. Y aunque
el caso de Jesús de Nazaret es el más conocido, siempre se volvía
a repetir. Juana De Arco,
Mahatma Gandhi, Teresa de
Calcuta, Nelson Mandela, Martin Luther King …solo habían sido algunos de los elegidos.
Los cuatro jinetes se acercan, cabalgan veloces.
El tiempo se agota.
Pero ahora, en pleno siglo XXI, este humano no quería escuchar. Susurraban y susurraban mientras que él enloquecía y enloquecía. Las nuevas tecnologías, la era moderna, no entendía de mensajes sobrenaturales. Ante lo irracional, el cerebro humano catalogaba ese mensaje como spam, hasta convertirlo simplemente en ruido. Un ruido molesto, rítmico e incomprensible.
Necesitamos que despiertes, necesitamos que
resurjas.
Había sido internado el día anterior
con un grave brote psicótico. Decía que escuchaba voces, que escuchaba ruidos.
Decía que nunca paraban. Se había perforado los oídos con un lápiz, por lo que estaba en una habitación acolchada con
su camisa de fuerza. No querían que se hiciera daño de nuevo. Él, sin embargo, ya podía descansar. Ya no oía
absolutamente nada. Se había quedado
sordo, condenando así a toda la humanidad. En un año o tal vez
dos, la Tierra se convertiría en un páramo y la obra maestra de Dios sería
aniquilada, borrada de la faz del universo.
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