Una plegaria a Thezaya
Hoy quiero compartir un relato que escribí poco después de finalizar el confinamiento, cuando la nueva normalidad comenzaba a imponerse. En mi cabeza seguía rondando la historia de Barikt, el exterminador de mundos. El anterior relato que escribí sobre él (titulado Linaje) aparece en mi libro "Retazos de otras realidades". En este segundo relato quería ahondar un poco más sobre sus orígenes, sobre cómo acabó encerrado en lo más profundo del bosque. Además, me apetecía romper la comúnmente conocida como La cuarta pared en esta historia y ver qué tal funcionaba el relato introduciendo este elemento que por lo general no suelo utilizar.
La magia está muriendo poco a
poco, sin que nos demos cuenta. Cada día queda menos. Lo noto en mis plegarias.
Lo siento en mis hechizos. Desde que Barikt el exterminador llegó, su presencia
se ha reducido de manera drástica. Los dioses nos han abandonado. Tengo que
reestablecer el equilibrio. Atraer la atención del espíritu del bosque y rogar
para que despierte e interceda por nosotros ante la diosa. La leyenda dice que cuando
un gran mal asole el mundo y nuestras capacidades sobrenaturales estén a punto
de morir, sólo ella podrá ayudar a parar el declive de la humanidad.
Sé dónde tengo que ir. Conozco el
lugar. He estado allí durante varios de los concilios más importantes del mundo
arcano. El círculo de piedras. Un lugar antiguo que la hermandad venera desde
siempre. En su interior todo se magnifica. Tengo que aprovecharlo, nutrirme de
ello y recargar energías. Es la única solución posible. Estoy segura.
Para una persona consagrada a la hechicería
no es difícil guiarse dentro del laberinto sagrado que conduce a ellas. Cada
recoveco se corresponde con una de las estrellas que forman la constelación de
Orión. Es una copia exacta en la tierra de la original. Una persona corriente
se perdería ahí dentro. Es imprescindible haber completado con éxito los siete
dones de Thezaya para mantenerte a salvo durante el recorrido.
Camino con un rumbo fijo toda la
noche hasta llegar a la entrada del laberinto. Voy descalza, con la túnica
verde arrastrando por el suelo. Los bordes se han ensuciado con el fango. Aunque
me preocupa más el estado de mi magia. Estoy débil y se está agotando cada vez
más rápido. Me queda poco tiempo para cumplir con la misión. Barikt me busca.
No quiere que lo detenga. Hará lo que sea necesario para frenarme e impedir que
alerte a la diosa. Tengo que entrar en contacto con las runas presentes en el
círculo de inmediato, antes de que pase la medianoche. Su poder se hará más
fuerte tras ese momento.
Acaricio con la mano el dibujo del
dolmen más grande. Los contornos de la pintura se iluminan en dorado. Noto cómo
indaga en mí, identificándome y cediéndome una sabiduría ancestral. Necesitaré
el conocimiento de vidas anteriores para invocar al espíritu del bosque, fiel
guardián de las enseñanzas de Thezaya.
Buceo en recuerdos olvidados y en
un punto bastante alejado encuentro el código que mis antepasados han
preservado para este momento. Dibujo los caracteres sobre la piedra. El hechizo
deja un rastro dorado tras de sí. Termino de introducir los elementos y pulso
sobre la runa. Ésta se hunde, dejando una oquedad. Tras este evento una silueta
también dorada se materializa a escasos metros de mí. Es vaporosa y de aspecto
indeterminado. Puedo ver las ramas de los árboles agitándose a través de ella.
Al dar un paso hacia atrás, comienza a girar sobre sí misma, creando una especie
de torbellino.
—Suma sacerdotisa, ¿Por qué has
activado el círculo sagrado? —dice una voz metálica que parece provenir del
ente traslúcido.
—Gran espíritu del bosque, recurro
a ti porque la magia escasea y un gran mal acecha al mundo. Se hace llamar
Barikt, el exterminador, y sin nuestros sortilegios estamos indefensos ante él.
Te rogamos para que nos ayudes a reactivarlos y a destruir la amenaza que se
cierne sobre el planeta. —Me mantengo erguida, intentando aparentar una fortaleza
que no poseo.
—Habéis dejado de adorarla como
deberíais y ahora pedís ayuda. Thezaya está muy enfadada con la humanidad. Destruís
sus bosques, ríos y montañas para construir ciudades.
—Mi orden no, señor. Velamos
porque todas las criaturas tengan un lugar donde vivir y cuidamos de la
naturaleza. Si bien es cierto que cada vez somos menos. —Hago una pausa,
ordenando las ideas que quiero expresar—. La anterior sacerdotisa contaba con más
de doscientos adeptos. Yo sólo tengo unos veinte a lo sumo. Aun así, te pedimos
que nos ayudes a parar este mal que nos atañe a todos. Si es necesario
rezaremos el doble para suplir el vacío de nuestras filas. —Me arrodillo,
inclinando la cabeza, para reforzar la credibilidad de cada palabra.
—Tenéis suerte de contar con una
deidad tan generosa —responde mientras un báculo con esfera plateada y mango
caoba se desliza levitando hacia mí—. Úsalo con prudencia —añade antes de
desaparecer, dejándome con mil dudas.
El momento de perplejidad no dura
mucho. Un gran estruendo me devuelve de golpe a la realidad. Los árboles se
comban a su paso. Es él. Me ha encontrado. Aprieto el báculo con fuerza,
interponiéndolo entre la amenaza y yo. Un campo de fuerza se crea al golpear el
suelo con el arma. Veo la masa informe del monstruo a lo lejos. Avanza a
trompicones, arrasando con todo. Tengo que detenerlo antes de que llegue a mí.
El poder del regalo que me han ofrecido es fuerte pero no sé hasta qué punto.
Mejor no tentar a la suerte.
Cómo puedo pararlo. Se diría que
en respuesta escucho la voz del bosque resonando como un eco. Las palabras de
un hechizo desconocido surgen de mis labios. Apunto con el báculo hacia Barikt
y un chorro de energía sale propulsado en su dirección. Espero unos segundos,
sin que nada suceda. Imaginaba que iba a salir volando o algo por el estilo.
Cuando le quedan apenas cuatro grandes zancadas para plantarse ante mí, las
ramas de los árboles lo sujetan por las extremidades. Él ruge enfurecido y se
retuerce intentando aflojar la presa. Sólo consigue que la corteza se clave más
profunda en su carne, que ahora sangra gotas escarlatas. Cierro los ojos y
elaboro otro sortilegio. Aporto cada gramo de la renovada magia para darle
forma. El bosque responde, redoblando el ataque hacia el intruso. Las ramas le cubren
todo el cuerpo, comprimiéndolo. Las grandes pezuñas se le hunden en el fango,
arrastrándolo al núcleo de la tierra. Pero para sellar el hechizo que lo
mantendrá encerrado para siempre necesito algo más, la fe de quien lee estas páginas.
Así que, ¿me ayudarás? De ti depende el destino de la humanidad. Elige con
sabiduría.
Me gusta de relatos, que personajes que luchan para salvar a la magia.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola Demiurgo! Muchas gracias. Me alegra que te haya gustado. Un saludo.
ResponderEliminar