El Tótem

 

Este relato aparece publicado en la primera entrega de Morningside, la hermana pequeña de La Cabina de Nemo. En este número se homenajea a la figura de Paul Naschy, uno de los más famosos intérpretes del hombre lobo desde que se puso en su piel por primera vez en La Marca del Hombre Lobo. Dentro de esta revista podréis encontrar artículos y relatos que comparten como tema central los licántropos. Yo participé con la siguiente historia:

Cuando Nerea despertó en la oscuridad, sola y aterida de frío, las paredes de la caverna exudaban olor a sangre reseca. Su piel se encontraba por completo expuesta a las inclemencias del tiempo. Fuera del refugio llovía a cántaros y la entrada de la cueva empezaba a estar salpicada por pequeñas gotas de agua. Sus huesos eran como cubitos de hielo. Ninguna hoguera podría calentar en esos instantes su cuerpo. No lograba entender por qué estaba desnuda ni por qué se durmió sin encender una candela antes. Tampoco recordaba cómo llegó a ese lugar ni el tiempo que llevaba allí.

Poco a poco la lluvia fue amainando, aunque en alguna parte cercana seguía escuchando un goteo persistente. Buscó a tientas alguna referencia alrededor suya, algo en lo que apoyarse y que le sirviera de anclaje para levantarse. A sus pies palpó algo viscoso.  No consiguió identificarlo a través del tacto.

Al incorporarse, percibió un leve tintineo a su alrededor. Sonaba como si varios objetos entrechocaran entre sí. Comenzó a andar hacia la salida, guiándose por la tenue luz que provenía de la misma. Andar sin trastabillar a cada segundo era un imposible. El suelo estaba lleno de obstáculos. Tropezó varias veces en el intento y casi a mitad de camino emitió un grito ahogado al pincharse con algo punzante en el pie izquierdo. Después de unos minutos eternos consiguió llegar a su objetivo.

El frío era insoportable en esa zona. En el exterior la tierra seguía humedecida por la tormenta. El sol todavía no había comenzado a asomar en el horizonte. Moriría de una hipotermia si se quedaba parada sin hacer nada. Sin embargo, descartó hacer un fuego. La madera debía estar humedecida y no prendería. Además, con esa oscuridad ni siquiera la encontraría. Lo mismo ocurría con su ropa. Probó a buscarla a tientas sin resultados. Entonces optó por quedarse detrás de una gran piedra situada cerca de la entrada. Se tumbó como pudo tras ella y se hizo un ovillo para mantener el poco calor que conservaba. Hasta que saliera el sol tendría más posibilidades dentro de la gruta.

Mientras caía en un duermevela intranquilo empezó a recordar cosas, quizás alteradas por el estado de ensoñación en el que se hallaba. Se vio a si misma realizando una ruta de senderismo por los alrededores de un milenario bosque. Instantes después se distraía y acababa entrando en la caverna.

 En una piedra algo más elevada que las demás, encontró el tótem de un lobo. Parecía estar tallado en madera con mucho esmero y paciencia. Su aspecto era arcaico, de color burdeos y con una pequeña filigrana rodeando su base. En la cabeza destacaba un extraño símbolo en caracteres dorados. Tal vez se trataba de alguna lengua antigua pero no la reconocía.

Alargó la mano para tocarlo. Su grupo no andaría demasiado lejos, así que le daba tiempo a echar un vistazo a esa curiosidad y alcanzarlos en no más de quince minutos. Un leve escalofrío recorrió su cuerpo e hizo que los vellos se le pusieran de punta. No le dio demasiada importancia y, al fin, lo sostuvo entre sus manos. Era más ligero de lo que parecía a simple vista. Una sensación de poder la embargó al instante. Entonces el mundo se tiñó de rojo frente a sus ojos. Y cuando estaba a punto de descubrir cómo había llegado a ese lugar, el sol terminó de salir y se despertó.

En un intento por traer a su memoria algo más, cerró los ojos y buceó en su mente. No logró sacar nada nuevo. Estaba hecha un lío. No sabía dónde terminaban los recuerdos y comenzaba el sueño. Quizás las extremas condiciones de la cueva la habían llevado a crear esa historia mientras dormía. Lo del tótem no podía ser cierto. De ser así, ¿dónde se encontraba? Aunque eso no era lo que más la preocupaba ahora. Antes de plantearse ese tipo de preguntas tenía que localizar su ropa, ubicarse y encontrar el camino de vuelta al hostal en que se hospedaba.

Nerea terminó de desechar las telarañas del sueño y se puso en pie como pudo. El sol del nuevo día acarició su piel, impregnándola poco a poco de calor. Al volver la vista atrás para buscar sus prendas, su expresión se demudó y un grito surgido de lo más profundo le heló la sangre.

Esparcidos por toda la zona se amontonaban centenares de huesos. La primera vez que despertó dormía sobre una montaña de ellos y no se dio cuenta. Desvió la mirada aterrada y lo que observó no le gustó mucho más. Unas cuantas vísceras decoraban el entorno. Entre arcadas, se dio media vuelta y no pudo reprimir más el vómito. Tocó algunas de esas vísceras la noche anterior. Aún era capaz de sentir la sensación de viscosidad que notó al alargar la mano para orientarse. Aterrada ante el descubrimiento, se miró las palmas. Las tenía manchadas de sangre reseca, al igual que el resto del cuerpo.

Y todavía no se había enfrentado a lo peor. La imagen que de seguir siendo una chica normal le traería pesadillas el resto de su vida. De una de las estalactitas colgaba un cuerpo sin vida. Alguien o algo lo había clavado allí. El ruido que escuchó de madrugada era la sangre del cuerpo exánime que colgaba del techo con los ojos vidriosos. Quién hubiera hecho aquello era un monstruo. Conocía al chico, iba en su mismo grupo cuando salieron en la ruta de senderismo. Fue amable con ella. Ahora estaba muerto. Y a juzgar por los familiares jirones de ropa que veía diseminados por el suelo, el resto de los excursionistas habían corrido la misma suerte. Por qué seguía ella con vida, se preguntaba.

El sueño acudió de nuevo a su mente. Vio lo que la mancha rojiza le impidió visualizar con anterioridad. Las garras de la bestia desgarraban todo lo que encontraban a su paso, ya fuera tela o carne. Tendones al descubierto, sangre que surgía a borbotones, caras de sorpresa y gritos de terror. Las imágenes se sucedían a una velocidad vertiginosa.

Tras el baño de sangre y la ingesta de carne humana, las afiladas garras se convirtieron en manos humanas y la chica cayó rendida en la tentación del sueño. A su lado, la figura del lobo resplandeció y se esfumó ante sus ojos. Ahora sí pudo entender el grabado. Cada noche de luna llena se convertiría en aquello. El tótem estaba maldito y, desde que lo tocó, Nerea también.

Comentarios

  1. ¡Hola, Rocío! Bueno, lo primero es agradecerte la info de esta nueva revista que me atrapa desde la portada y me lleva a esas publicaciones pulp que adoro. Ya conocía La cabina de Nemo por M.A.
    Tu relato es muy bueno y desde luego la historia que uno desea encontrar en esas publicaciones. El despertar de la bestia, casi sugeriría por título, aunque quizá adelantara demasiado el final. Muestras un momento culmen, el momento en el que un alma inocente descubre las atrocidades cometidas, aunque sea bajo la influencia mágica del tótem. Fantástico relato, tanto en género y narración. Un abrazo!

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    1. ¡Hola David! Me alegra haberte ayudado a conocer una publicación que coincide con tu estilo y que parece que podría gustarte. Gracias por pasarte a dejar tan buenas impresiones sobre el relato. ¡Qué bien que te haya gustado! Un saludo.

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